"Checa Coraline en tres de. [...] Ayer fui al cine y sentí la misma patada de mula en el pecho que sentí cuando vi los primeros flickers de Edison, los Lumière, y Pathe, fue como presenciar el nacimiento de una nueva era del celuloide."Fue la advertencia de un buen amigo (estudiante de cine, for the record), y con este mood asistí a verla. Su mismo sentimiento compartí justo al empezar la película: literalmente, una dimensión que jamás había existido en cine se desplegaba ante mis ojos. Tristemente, por ahí de la mitad de la historia, el encanto desapareció. Tanta cosa por aquí y por allá, con movimientos que a ratos se percibían muy choppy, comenzó a cansarme y a distraerme de la historia. A ratos quería quitarme los lentes y disfrutar de una película normal, pero se veía terrible. Al final, hubiera preferido verla en una sala, digamos, normal.
Ayer leía este post que hablaba de cómo, particularmente en cine, "menos es más", pues el cerebro es capaz de llenar los espacios vacíos y se conecta con lo que percibe de una manera más subconsciente. Ej.: el cine sigue funcionando a 24 frames por segundo, en vez de los 60 a los que se graba la TV (léase, telenovelas). Aunque no hablaba precisamente de Coraline, uno hace la relación: la solución no está en el más, oséase, lentecitos chistosos que cansan la vista.
Sobre la peli, está increíble, ¡loca!, magia pura no sólo en pantalla, sino desde el momento de hacerla. Si les interesa saber de qué hablo, les dejo este otro artículo.